Carolina es enfermera matrona en una clínica de Santiago y cotidianamente debe relacionarse con mujeres embarazadas que prontamente serán mamás. Todas ellas comparten la misma ilusión: recibir a su hijo y tenerlo entre sus brazos, luego de nueve meses de emocionante espera. Pero la importante labor que realiza Carolina también tiene un lado difícil, cuando debe informar a las familias sobre el complejo estado de salud de ese pequeño ser humano en gestación. Ella sabe lo que es ese dolor…hace ya 21 años vivió la misma situación.
Tomás sería su nombre, Carolina y su marido lo esperaban ansiosos. Como padres primerizos vivieron intensamente cada etapa del embarazo que se desarrollaba en total normalidad. Pero en la semana 36, de un momento a otro Carolina sintió que su hijo dejó de moverse. Rápidamente partieron a la clínica, debido a que ella presentía que algo malo estaba pasando: “uno como mamá intuye, y yo como matrona estaba casi segura, pero había que confirmarlo… y en la ecografía salió que lamentablemente a Tomás ya no le latía su corazón”.
Fue en ese mismo instante que partió uno de los procesos más dolorosos que le ha tocado enfrentar: la pérdida de un hijo.
La culpa fue el primer sentimiento en aparecer. ¿Qué había hecho mal? ¿Había omitido algún síntoma que previera este trágico desenlace? ¿No se había cuidado lo suficiente?, son preguntas que inevitablemente rondan en la cabeza y en el corazón de una madre, aunque la ciencia diga otra cosa. Estos pensamiento surgen, sin importar que lo ocurrido se deba a una mala jugada del destino, como en el caso de Carolina, ya que su hijo falleció debido a una situación médica imposible de prever.
Cuando las mamás enfrentan un momento tan difícil, como es la pérdida de un hijo en gestación, Carolina recomienda pedir ayuda para así sobrellevar ese gran dolor y así tener un espacio seguro donde poder expresar la tristeza: “Con mi marido no fuimos a terapia y no pedimos ayuda, porque racionalmente yo entendía que no era mi culpa lo que había ocurrido. Sin embargo, yo aconsejo tomar algún programa de apoyo o acompañamiento”.
Luego de la pérdida de Tomás, Carolina logró superar el siguiente gran miedo que se enfrenta luego de una pérdida así: volver a ser madre. “Tuve mucho susto de embarazarme nuevamente. Sabía que otro hijo no iba a reemplazar al que ya había perdido, pero mi angustia era vivir el proceso nuevamente. Mis cuatro siguientes embarazos fueron complicados, porque tuve síntomas de pérdida, contracciones, de hecho 3 de mis 4 hijos fueron prematuros, pero gracias a Dios son niños sanos”, recuerda.
Aunque con los años la pérdida de un hijo no se olvida, Carolina ha logrado encontrarle un sentido al dolor de perder a Tomás: “Hace 21 años, la misión de mi guagua fue hacernos mamá y papá por primera vez, y yo me quedo con eso. Guardo entre mis cosas, una cajita de recuerdos donde tengo un mechón de su pelito, la pulsera de la clínica, el cordón y una ecografía. Yo creo que esto nunca supera esa pérdida, pero sí puedo decir que se aprende a vivir con ello”.