La Navidad es una época en la que nuestra nostalgia, y nuestra tristeza por no poder compartir estos momentos con quien se ha ido, se ven exacerbadas.
Algunas ausencias se hacen presentes en mis navidades: hace 25 años perdí a mi padre y, más recientemente, hace 5 años, perdí a mi hijo Paulo, quien partió a los 28 años. Tal vez estas vivencias pueden ayudar a los que están pasando por algo similar este año, como quienes sienten deseos de regresar en el tiempo a otras navidades más felices. Las ganas de abrazar a quien se ha ido y los sentimientos de impotencia e injusticia frente a la imposibilidad de hacerlo conviven en un mismo espacio.
En estos 5 años en los que Paulo no ha estado, yo suelo bromear con que voy a llorar antes de la fiesta para no tener que llorar después. Pero ocurre lo mismo en mi cumpleaños, en el Día de la Madre y en otras tantas otras ocasiones. Creo que llorar es saludable. De cierta forma, sería casi imposible no hacerlo. Pero ese no es el punto: lo más importante es que – independientemente de si lloramos o no – logremos salir de la tristeza, encontrando significados en esta experiencia. Si la Navidad es unión, agradecimiento, nacimiento y amor, podemos imaginar que todo eso continúa estando relacionado con quien fue parte fundamental de nuestras vidas.
El título de este texto está inspirado en el poema “En la Isla del Ninja”, de Cecilia Meireles, que trata sobre la Navidad en una isla lejana y distanciada de los grandes centros y grandes noticias.
“Es, pues, así. Los árboles de Navidad no existen por allá. Los niños juegan con piedras, arena y hormigas: no saben que hay pistolas, armas nucleares, bombas de 200 megatones. Si lo supieran, llorarían. Por allá nadie lee historietas. Y todo es mucho más maravilloso en su ingenuidad. Los muertos vienen a cantar con los vivos en las grandes fiestas, pues Dios inmortaliza, reúne y hace de este mundo, y de todos los otros, una única y misma cosa.”
Lo lindo de este fragmento del poema es la idea ingenua (y ella lo reconoce) de que la Navidad une a los vivos y a los muertos, los reúne a todos. Así, imagino que mi papá y Paulo están muy cerca de mí. Siento que la Navidad me permite contar con esa providencia divina, abriéndome la oportunidad de acercarme aún más a mis tan queridos padre e hijo.
También podemos hablar con y sobre ellos. Esto nos da la sensación de que están presentes. Sin inhibiciones, la Navidad representa amor y todos pueden oír nuestros sentimientos. Otra manera de verlo es pensar en la eternidad. Cada Navidad que pasamos junto a ellos permanecerá para siempre.
En el “Poema de Navidad”, escrito en 1946 por Vinicius de Moraes, éste último describe la Navidad bajo la perspectiva de la falta que sentimos por las personas que se han ido. Él también concluye que podemos nacer o renacer de la muerte. Es precisamente esto lo que genera la experiencia de vivir el luto por alguien muy cercano: crece la necesidad de renacer de otra manera.
“Para eso fuimos hechos:
Para recordar y ser recordados
Para llorar y hacer llorar
Para enterrar a nuestros muertos-
Por eso tenemos brazos largos para los adioses
Manos para coger lo que fue dado
Dedos para cavar la tierra.
Así será nuestra vida:
Una tarde siempre para olvidar
Una estrella apagándose en la tiniebla
Un camino entre dos túmulos-
Por eso precisamos velar
Hablar bajo, pisar leve, ver
La noche dormir en silencio.
No hay mucho que decir:
Una canción sobre una cuna
Un verso, tal vez de amor
Un rezo por quién se va-
Pero que esa hora no olvide
Y por ella nuestros corazones
Se abandonen graves y simples.
Porque para eso fuimos hechos:
Para la esperanza en el milagro
Para la participación de la poesía
Para ver el rostro de la muerte-
De repente nunca más esperaremos…
Hoy la noche es joven, de la muerte, apenas
Nacemos, inmensamente.”
Reunámonos con los seres queridos que se han ido, démonos el derecho a sentirlos cerca y unidos a nosotros en el espíritu de amor navideño. Renazcamos y lleguemos al próximo año sabiendo que estamos llevando todo lo que nos trajo hasta aquí, inclusive a quienes amamos y a las personas de las que nos tuvimos que despedir físicamente. Cada una de ellas estará presente en nuestra Navidad, en las nostalgias, en los homenajes, en espíritu, en las oraciones, en la respiración y en el latido de nuestros corazones.
Y ustedes allá arriba, que están más cerca de Dios que todos nosotros aquí, sepan que serán parte de nuestras bendiciones, de nuestras oraciones, de nuestras alegrías de Navidad. Sepan que estarán dentro de cada uno de nosotros. Les estaremos enviando nuestro infinito y eterno amor. Hoy, en Navidad y en cada día de nuestras vidas.
Por Rita Almeida.
Fuente: “Vamos Falar Sobre O Luto? – www.ysihablamosdelluto.com.br