Despedir a un ser querido provoca una serie de sentimientos como pena, angustia y una gran intranquilidad, debido a que esa persona ya no estará junto a nosotros físicamente y ya no podremos compartir con ella de forma presencial.
Estos sentimientos se pueden acrecentar cuando ocurren circunstancias que nos impiden realizar ceremonias de despedida convencionales, como crisis sociales o contingencias de salud pública, las cuales pueden suplirse de alguna forma con las despedidas simbólicas.
Desde el mundo de la psicología, la visión es complementaria a lo antes dicho. Como parte de este proceso de duelo, la invitación que se hace radica en integrar a la persona fallecida dentro de nuestras vidas, más allá de lo que significa “despedir” su cuerpo físico.
“Sabemos que no vamos a estar físicamente con él, pero estará dentro de nosotros porque forma parte de nuestra identidad, de nuestra historia de vida, y siempre lo va a seguir haciendo”, comenta la psicóloga de Contigo en el Recuerdo, Magdalena López, quien agrega una de las claves para sobrellevar un proceso de duelo: “No necesitamos despedirnos de una persona que fallece. Necesitamos conectarnos con ese ser querido para integrarlo (a nuestra vida)”.
Comunicarse con la persona fallecida
En publicaciones anteriores hablamos de cómo hacer visible un duelo en los tiempos actuales. Pero en esta ocasión debemos mirar hacia nosotros mismos.
Si bien el ser querido ya no estará físicamente, esta integración de la persona fallecida a nuestra vida nos permitirá entablar un vínculo tal que nos ayudará a no olvidar su existencia. Y para eso, sirve mucho “hablar” con esa persona.
“El seguir hablando con la persona fallecida (sirve). Sabemos que es parte de nuestra vida. No necesariamente de manera física pero sí lo sentimos dentro nuestro. Tenemos que hacernos cargo y poder respetar esa necesidad de estar con ese otro, aunque no sea de forma presencial”, indica Magdalena López.
Eso sí, la experta de Contigo en el Recuerdo apunta que al momento de vivir el duelo las personas están entre dos polos que se deben alternar: “Uno es la conexión con el sufrimiento y los recuerdos que ha dejado esa persona, y por otra parte con la desconexión. Si estuviéramos conectados siempre con el fallecido, estaríamos en un eterno sufrimiento”.
Cerrar el círculo
Cuando se menciona el concepto “cerrar el círculo”, muchas veces se tiende a pensar en que el proceso termina y no sigue. Sin embargo, en el ámbito del duelo es un poco distinto. Así lo detalla Magdalena López:
“Cerrar el círculo es cuando soy capaz de integrar a esa persona dentro mío y hablar de ella sin que la sintomatología sea excesiva, sin un gran desborde emocional. Que pueda hablar y sentir un poco de dolor, pero también amor. Acá no hay que cerrar. Uno nunca olvida a nadie significativo (porque) cada vínculo importante perdura para siempre en nosotros, aunque no esté físicamente”.
En definitiva, la clave es saber integrar a la persona fallecida a nuestra vida ya desde otro plano, no olvidando que estará dentro de nosotros para siempre y que el vínculo con ese ser querido nunca se irá de nuestro ser.