A lo largo de la vida podemos estar expuestos a diversas situaciones de pérdidas: fallecimiento inesperado de un ser querido, problemas graves de salud, catástrofes naturales, inconvenientes económicos, cambios de rol dentro de la familia o incluso cuando el envejecimiento nos hace perder ciertas capacidades físicas y mentales.
Cuando nos enfrentamos a este tipo de situaciones, cada persona lo vive de una forma distinta. Incluso, algunos salen más fortalecidos de ellas, y es ahí cuando aparece el concepto de resiliencia, que es la capacidad del ser humano de adaptarse de manera positiva a situaciones adversas.
En un principio, para quien acaba de sufrir una pérdida, o que lleva poco tiempo en duelo, resulta difícil pensar en la resiliencia como un proceso en el que pueda existir un crecimiento emocional, e incluso esta idea puede parecer muy dolorosa. Es importante mencionar que la intención no es invitar a mirar de manera positiva una circunstancia como el fallecimiento o relativizar el dolor, ni menos decir que todas las personas enfrentarán este momento de la misma forma.
El objetivo es centrar la mirada en el momento en que el dolor disminuye y se va asimilando la pérdida, de manera que el doliente pueda tener una visión más amplia del duelo, de sí mismo y de la vida. Es ahí cuando la persona puede ver el camino que tiene por delante y observar su propio proceso con cierta distancia. Este momento puede llevarnos a:
Reordenar los esquemas vitales tras el duelo: La muerte de un ser querido nos lleva a revisar la forma en que entendemos la vida y el mundo. Cuando el dolor disminuye, el doliente puede reordenar sus valores, observar su existencia, sus relaciones y a sí mismo. A partir de ahí comienza un trabajo interno encaminado a responder una pregunta que marcará el trabajo personal: ¿Cómo quiero vivir a partir de ahora?
El crecimiento personal durante el duelo: Para comenzar este proceso, es necesario que el dolor haya disminuido y que el doliente pueda repasar lo ocurrido con serenidad, a menudo conseguida tras haber aceptado y colocado lo sucedido en su línea vital. A partir de ese momento, se puede observar el duelo desde fuera, y solo así la persona podrá tener una perspectiva global de lo ocurrido, de la relación con el fallecido, de sí mismo, etc. Independiente del trabajo personal que decida o no emprender, hay un conjunto de cambios a nivel profundo que suelen darse durante este periodo.
Empatía y fortalecimiento tras el duelo: Generalmente las personas que han sufrido una pérdida, manifiestan que después se sienten mucho más cercanos al dolor de los demás, más empáticos y más humanos.
Por esta razón, cuando las personas sienten que han curado una herida emocional muy profunda relacionada con una pérdida o un trauma, a menudo desarrollan la necesidad de hacer algo por los demás. En este sentido, el agradecimiento y la ayuda al otro que sufre, le permiten dar un sentido a su dolor y, por tanto, redunda en una sanación más integral y profunda que lleva al fortalecimiento tras la experiencia de sufrimiento intenso.
Fuentes: AreaHumana.es, FundacionMLC.org