La idea del fallecimiento está asociado al dolor físico, algo que efectivamente ocurre en algunos casos. Sin embargo, al reflexionar sobre este tema, lo que más recelo produce es la angustia existencial que se siente al pensar en la desaparición de uno mismo o de los seres queridos. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Casi todo aquello que sabemos sobre lo que somos y lo que existe proviene de nuestra memoria autobiográfica, que es el conjunto organizado de recuerdos respecto de lo que hemos vivido. La idea de la muerte, en cambio, nos obliga a ver la realidad como una instancia donde nosotros y nuestros seres queridos no importamos demasiado. Es decir, nos hace pensar en un planeta en el que nuestra trayectoria vital ha sido negada.
La idea de que nuestras trayectorias vitales no constituyan uno de los pilares fundamentales de la realidad, y que la vida tal como la conocemos, llena de elementos que son familiares para nosotros desaparecerá en algún momento, choca con el modo en el que hemos aprendido a interpretar las cosas. El tiempo pasa, lo queramos o no, y nos vamos empequeñeciendo cada vez más.
Vivir en el presente
Todo lo dicho antes puede parecer muy triste, pero solo lo es si entendemos nuestra existencia como algo que depende del tiempo en que estaremos vivos. Ciertamente, pensar en el futuro y en el pasado cuando la muerte está cerca puede producir dolor, pero ¿qué pasa si nos centramos en el presente?
Si enfocamos nuestra atención en las experiencias únicas que vivimos a cada momento, dejaremos de pensar que cada instancia es una copia degradada de nuestro pasado, o un inicio del final que tarde o temprano llegará. El truco para afrontar el miedo a la muerte es, entonces, dejar de tomar el pasado y el futuro como puntos de referencia desde los cuales apreciar las cosas.
Lo anterior porque no podemos conocer el futuro, y si estamos tristes o deprimidos, es muy probable que lo imaginemos peor de lo que será; y el pasado tampoco lo recordamos a la perfección, es más, lo reinventamos constantemente. Centrarse en el presente no es auto engañarse, ya que ese es el único tiempo que podemos conocer directamente y de forma genuina.
El Mindfulness
El Mindfulness es una de las herramientas que se utilizan para prevenir las recaídas en fases de depresión, algo frecuente cuando el miedo a la muerte se vuelve un compañero inseparable de nuestras vidas.
Esta forma de meditación se basa, entre otras cosas, en omitir juicios apresurados sobre el pasado y el futuro, y solo disfrutar el momento. Nos invita a ver los recuerdos como lo que son, algo que vivimos a través del presente. Esto hace que, de algún modo, disminuya el miedo a la idea de la muerte, ya que cuanto más seamos capaces de distanciarnos de nuestra trayectoria vital, menos impacto emocional tiene la idea de su fin.
La aceptación ante la muerte
Otro de los factores que pueden ser utilizados para enfrentar el miedo a la muerte, es trabajar en la aceptación. No pensar desde expectativas irreales ayuda a que las experiencias vinculadas a la partida propia o de un ser querido, se vivan de una mejor manera.
Y es que muchas veces, buena parte del dolor psicológico que experimentamos, es fruto de comparar nuestra interpretación de lo que nos ocurre con lo que esperaríamos que pasara en un mundo ideal. En ese sentido, la muerte debería entrar dentro de nuestros planes.
De hecho, esto es algo que lo que da señales el autor Atul Gawande en su libro Ser Mortal: “muchas veces, aceptar la muerte y renunciar a medidas médicas muy agresivas, que alargan un poco la vida, es la mejor opción atendiendo al bienestar de los pacientes. Los últimos momentos de vida se pasan con mayor serenidad y bienestar cuando se acepta la muerte y se deja de pensar que luchar por la conservación de la propia vida es la prioridad. Creer que todo es una batalla y que tenemos la culpa de nuestra propia muerte es algo que puede hacernos sufrir mucho más”.
La cuestión es aprender a no responsabilizarse de tareas imposibles, como vivir eternamente, y acostumbrarse a experimentar cada momento como algo valioso en sí mismo, además de contar con la compañía de los seres queridos y disfrutar de relaciones que van más allá de las palabras.