La pérdida de la inocencia ante la partida de un hijo durante el embarazo

Cuando se ha enfrentado una pérdida neonatal, de una u otra forma se pierde la inocencia.  Lamentablemente este es un comentario que se escucha con frecuencia, cuando se vive este tipo de duelos. Pero, ¿qué significa y qué implicancias tiene el volver a embarazarse tras una pérdida de estas características?

Cuando se conoce la noticia de un embarazo, en la mayoría de los casos las parejas y su entorno solo sienten felicidad, ilusiones, esperanzas, y no se visualiza la posibilidad de que ese hijo no llegue a nacer o que su vida solo sea de unas pocas horas. Generalmente este último pensamiento aparece solo entre quienes han debido enfrentar de cerca un fallecimiento perinatal o neonatal. Lo anterior, debido a que una vivencia así queda registrada en las mentes de las personas, y se constituye como un marco de referencia de los padres para el siguiente embarazo.

Por lo anteriormente descrito, es que cuando se vive un embarazo tras un fallecimiento perinatal o neonatal, éste cuenta con características que a la gran mayoría de las personas les cuesta entender, como aumento del miedo y de la ansiedad, además de desconfianza hacia los profesionales médicos.

Las mujeres y sus parejas tienden a no mostrar sentimientos positivos respecto al embarazo, ya que sienten preocupación porque algo pueda ir mal con el bebé. Las familias están llenas de temor a que la pérdida se repita, por lo que se encuentran en un estado de hipervigilancia.

Es así como también los futuros abuelos muestran su sorpresa al descubrir que los padres embarazados no están contentos. Mientras que la familia y los amigos piensan que esperar un nuevo hijo les ayudará a sentirse mejor e ilusionados, en la pareja comienza a surgir un nuevo temor: el de perder a otro bebé.

Es por ello que muchos de estos padres ocultan sus embarazos, no queriendo decirle a nadie la novedad. Temen escuchar que este nuevo hijo les hará olvidar la experiencia anterior. Al estar tan asustados, no quieren participar de los sentimientos de alegría de los demás, ya que escuchar dichas palabras sería como negar al bebé que falleció.

Al tiempo que viven su duelo y necesitan hablar de su hijo que ya partió, estos padres deberán iniciar su relación con el nuevo bebé. Hasta que su papel como padres de un niño que falleció no sea reconocido y validado, les costará comprender que la guagua que viene en camino es distinta y tendrán dificultades para implicarse en este embarazo.

Como sociedad debemos respetar los tiempos de cada uno, apoyar a estos padres sin disminuir la importancia de sus emociones respecto al bebé fallecido, sino que hablar con normalidad de ese niño o niña para así elaborar de mejor forma el duelo, ya que cerrar esos espacios no aportan a su sanación y pueden cristalizar un conflicto que les impida generar una vinculación adecuada con el hijo o hija que está por nacer.

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