Al vivir un duelo, es sumamente importante entender que no existe uno igual a otro y que no hay un periodo de tiempo establecido para elaborarlo. Aun así, las personas se enfrentarán a situaciones en que los días, meses o años transcurridos no son suficientes para superar este proceso.
Como todo, la superación de un duelo requiere tiempo. Aunque, a veces es necesario recordar que no existe una receta para “tener tiempo” y así sobrellevar este proceso. Pero ¿cómo saber cuándo ha pasado el duelo?, porque todavía queda dolor y eso no es algo que obedezca a la razón. De hecho, a menudo se escuchan frases como “ha pasado demasiado tiempo” o “me he cansado de sufrir”.
El duelo finaliza cuando el dolor ha disminuido lo suficiente para cada persona. Y aunque no se puede saber exactamente cuánto puede llegar a durar este proceso, hay que reconocer -aunque sólo sea por sentido común e intuición – que un mes no es tiempo suficiente, ni dos tampoco. Cuando un doliente comenta que no puede soportar esta situación después de tan poco tiempo, quizás puede ser atribuible a la ansiedad e impaciencia.
Las emociones en el duelo
Una posibilidad es encontrarse ante un doliente impaciente, un tipo de persona que, de alguna u otra forma, ha estado acostumbrada a querer -y tener- las cosas lo antes posible. En ese sentido, la clave es explicar que el duelo exige paciencia y que, para que disminuya la tristeza hay que darle espacio y legitimarlo sin horarios ni prisas.
También existen personas con un nivel abrumador de dolor. En ese caso, es importante intentar que encuentren un “respiro” a ese dolor, que pueda aliviar su intensidad. Por ejemplo, las lágrimas tienen un componente único: cuando alguien está triste y llora hasta que se produce un desahogo, hasta que ya no quedan ganas de continuar, el resultado es una sensación de cansancio, pero también de alivio.
Liberar las emociones del duelo
Esa es una de las maneras en que las personas encuentran alivio: a través del llanto. Cuando un doliente evita llorar para no estar más triste, impide la liberación del dolor. No se puede pedir paciencia a quien tiene sus emociones desbordadas. Por el contrario, hay que enseñarle de qué formas puede atender la pena de forma paulatina, acercándose de un modo inofensivo.
El papel del experto en duelo
Otras veces son los propios especialistas los que necesitan tener un poco de paciencia. Si se está haciendo todo bien en terapia y el paciente no mejora, es porque requiere más tiempo. Aquí siempre hay que tener en cuenta el sentido común, pero los expertos también son humanos y en ocasiones hay expectativas sobre el tratamiento.
El problema es que los especialistas sirven de modelo a sus pacientes, de tal manera que, si se transmite impaciencia, los dolientes pueden mostrarse ansiosos o disconformes. Ahí la recomendación es ser capaces de empatizar con el dolor del otro, sin prisas ni expectativas, para posibilitar que la tristeza se deshaga.
La paciencia y el acto de legitimar y validar el dolor son una clave más de este intrincado proceso. Pero acompañar ese dolor en silencio y en calma, describir y “estar”, es lo que verdaderamente cura.
Fuente: Fundación MLC.org