El ser humano es un ser social, lo cual se refleja en que nuestro desarrollo psicológico está influido por la interacción que tenemos con los demás, y el duelo, como proceso de adaptación al fallecimiento de un ser querido, también lo está.
El duelo es un proceso interno y a la vez compartido. El cómo la persona enfrenta las tareas diarias, las decisiones que va tomando, la forma en que transita el camino del duelo, etc., es una instancia más bien interna que se lleva a cabo en un entorno familiar y/o dentro de un grupo.
Sin embargo, nuestra sociedad afronta la muerte evitándola. Se intenta no hablar de dolor, de enfermedades ni de fallecimientos, con la consecuencia de que, cuando nos topamos con ella, carecemos de recursos para hacerle frente. Es común ver cómo, en caso de un fallecimiento, el entorno más cercano del doliente insiste en una pronta recuperación, invitándolo a no pensar, a distraerse para así no estar contacto con la tristeza. El inconveniente de esto es que todos esos mecanismos evitativos provocan que el duelo se complique.
La importancia de la terapia de duelo grupal
La terapia grupal aúna el trabajo individual de cada participante en un entorno de interacción social real. Lo anterior permite, por un lado, que las personas puedan compartir sus experiencias frente al duelo y, por otro, ensayar nuevas maneras de estar y sentir en instancias familiares, grupales y sociales.
Para que todo grupo de apoyo funcione, tienen que estar presentes estos elementos:
– Cohesión: Es una de las características absolutamente esenciales en este tipo de terapias. La cohesión se refiere a la unión que los participantes sienten hacia el grupo y hacia el resto de las personas, quienes se aceptan y se apoyan. Lo anterior queda de manifiesto en el hecho de que, a pesar del dolor personal que cada uno siente, los asistentes escuchan y participan de las experiencias de los demás.
– Compartir y ser aceptado: El expresar las emociones, el dolor, los pensamientos, etc., tiene una función de desahogo: sirve para poner límites y hacer real la experiencia interna del doliente. Sin embargo, lo fundamental es que expresar a los demás nuestro mundo interior y ser aceptados por el grupo, resulta de primordial importancia para el crecimiento personal. El que uno de los miembros del grupo de duelo comparta con los demás participantes sus sentimientos más profundos o pensamientos que no comparte con nadie más, resulta una experiencia curativa.
– El grupo funciona como una unidad: Cuando el grupo es cohesivo, se aceptan y se apoyan, empieza a funcionar como un solo organismo, buscando la mejoría de todos sus integrantes y yendo en la dirección de la motivación por el cambio.
– El grupo como fuente de apoyo: Cada participante recibe contención del grupo, escucha, comprensión, ayuda práctica, etc. El doliente encuentra en sus compañeros una instancia segura donde expresarse libremente, más cuando cuando su propio entorno social y/o familiar ha tomado cierta distancia. Pero no sólo se trata de eso, sino que además la persona también se convierte en agente activo de apoyo, participando de la experiencia de los otros miembros, fomentando la empatía.
Por todo esto, te invitamos a preguntar a un experto o a tu entorno más cercano sobre la existencia de grupos de terapia de duelo para poder sobrellevar juntos este dolor.
Fuente: FundaciónMLC.org