Una iniciativa de Parque del Recuerdo

El duelo de los niños y niñas durante el verano

El fallecimiento de un ser querido es un momento doloroso para todos los cercanos, especialmente para los niños que, dependiendo de la edad, comprenderán más o menos el significado de esa partida. Sin embargo, hay una serie de factores que inciden en cómo ellos entenderán la muerte y vivirán el duelo. Uno de ellos, por cierto, es la época del año en la que ocurre.

Fallecimientos esperados e inesperados

Primeramente, hay que diferenciar si la partida es inesperada o esperada: ya que, en caso de poder prever la muerte también será posible preparar al niño ante esta situación. De no ser así, el menor no tendrá tiempo de despedirse: tal vez la noticia le sorprenda de campamento, de viaje o al cuidado de otros familiares, lo que a mediano plazo puede generar inconvenientes de sentirse culpable por no haber estado ahí.

En el caso de las muertes inesperadas, es importante comunicarle al niño lo sucedido lo antes posible y los aspectos fundamentales del fallecimiento para que no se sienta engañado. En verano es frecuente que se tienda a entretener a los más pequeños de la casa en un intento de alejar el dolor. Sin embargo, es preferible afrontar la situación en cuanto ocurra y retomar después las actividades de verano con el menor.

Mantener las rutinas del niño

Cuando un ser querido fallece durante el año académico, esto sin duda interrumpe el quehacer cotidiano del niño. Sin embargo, durante el verano, aunque puede haber hábitos, el pequeño suele estar fuera de sus rutinas más frecuentes.

Un factor que ayuda a los niños a elaborar el duelo es mantener sus rutinas, es decir, que sus actividades cotidianas no se vean interrumpidas, aspecto que es más complicado en verano. Aun así, hay que garantizar que el menor esté atendido y cuidado, mantener en la medida de lo posible las actividades que solía hacer o sus costumbres veraniegas. Es importante que el pequeño tenga la sensación de vacaciones.

Si ha sido necesario interrumpir las vacaciones para reajustar temas familiares, también es fundamental que el niño recupere la sensación de verano, bien manteniendo las actividades que tenía planificadas, u organizando otras que puedan sustituir las primeras, si es que el fallecido era indispensable para hacerlas.

El apoyo de los amigos en el duelo adolescente

El apoyo de los amigos es muy importante para los adolescentes. Ellos desempeñan un papel crucial cuando hablamos del duelo en este grupo etario. A menudo son las personas a las que confían sus secretos, su dolor y las ideas que la muerte les ha generado.

En vacaciones es posible que los amigos no se encuentren disponibles, muchos están en otros lugares y ese consuelo no se puede dar. Hay que animar al adolescente a que se ponga en contacto con sus amistades más íntimas, para que así pueda compartir con sus compañeros más cercanos esta situación.

También es importante que los amigos íntimos puedan acercarse a consolar o acompañar a quien ha sufrido una pérdida, así que, si las familias están en contacto y se comunica el fallecimiento, es importante que se dé permiso a los adolescentes para acudir a consolar y a acompañar a su compañero en estos momentos tan complicados.

La vuelta al colegio tras el duelo

Es importante que los profesores del colegio sean avisados de lo que ha ocurrido antes de que el niño en duelo se reincorpore al curso. Normalmente ocurre que algunos amigos, educadores o compañeros ya están al corriente y otros no. De esta forma, se puede facilitar la reincorporación del menor teniendo en cuenta sus necesidades y evitando situaciones dolorosas que le generen dificultades o rechazo.

Por último, un dato importante: la familia necesita cierta intimidad. Es habitual que quienes sufren una pérdida en verano se vean abrumados por visitas y compañía, aspectos que rompen tanto la rutina como la realidad familiar. El motivo es que durante las vacaciones la gente tiene más tiempo, lo que puede ser de gran ayuda, pero también es un arma de doble filo ya que invita a tomar aún más conciencia de la pérdida y experimentar el dolor y las emociones asociadas a la misma de forma mucho más intensa.

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