La pérdida de un ser querido resulta ser una experiencia dolorosa para la familia y para los cercanos de la persona que nos ha dejado.
Durante el duelo las emociones surgen una tras otra, y la manera en que lo enfrentemos dependerá de una serie de factores, entre ellos el vínculo que teníamos con el fallecido. Por eso la pérdida de un hermano o hermana resulta ser tan dolorosa, debido a la relación que se mantenía con esa persona tan especial.
La fratria
En primer lugar, es importante destacar que en esta relación de hermanos hay una serie de factores a considerar.
Según el psicólogo Ignacio Pérez, el vínculo que se establece, llamado también fratria, “supone la configuración de relaciones diferentes dependiendo de la edad que cada uno tenga”, así como también de otros factores como el género o si son gemelos o mellizos.
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Dado lo anterior, y que en ocasiones la relación entre hermanos puede ser ambivalente con emociones que fluctúan entre la envidia, la culpa, el aprecio y la fraternidad, la pérdida puede ser una experiencia compleja.
“Ese mismo personaje que cuando pequeños te pegaba o te robaba la comida, y que luego, de grandes se vuelve tu principal apoyo, ahora se marcha y tiendes a ver y sentir su figura de un modo profundamente diferente”, complementa Ignacio Pérez.
Diferencias según la etapa de vida
Otro factor a considerar dentro del duelo por el fallecimiento de un hermano es la etapa de vida en la cual se encuentre el hijo, sea esta la niñez, la adolescencia o la adultez. Para el psicólogo Ignacio Pérez, esta situación “más que ser un condicionante, habla de nuestras herramientas para enfrentarnos al mundo y su complejidad”.
En ese sentido, dado que la niñez puede describirse como un proceso de exploración, la muerte en esta etapa es un concepto abstracto que generará muchas preguntas.
“No es fácil responder y ciertamente no hay respuesta mejor que otra. En este caso lo importante no es la respuesta, sino cómo respondemos”, afirma Ignacio Pérez.
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En el caso de la adolescencia y la adultez ocurre algo distinto. Mientras en la primera la ambivalencia de emociones puede vivirse de forma más sentida ante la muerte de un hermano, en la segunda se presupone una madurez para comprender el fallecimiento.
“En la adultez es muy importante rescatar las ideas que se presentan en la niñez y la adolescencia”, dice el profesional. Además, pese a que comprendemos mejor la muerte, “no por ello vamos a negar el dolor que causa”.
Consejos para el doliente y la familia
Independiente de la etapa en que nos encontremos, lo primero que hay que considerar siempre es que todas las formas de duelo son válidas. “La clave es aceptar lo que estoy sintiendo. Es importante comprender que nuestras emociones tienen una finalidad, un sentido y por lo tanto están ahí para algo”, comenta Ignacio Pérez.
¿Y la familia? Para el experto, es importante actuar con mucha empatía y apoyar al hijo o hija que le sobreviven en el momento y la forma en que lo requiera.
Apunta que apoyar es contener y estar ahí a disposición, un acto de empatía adecuándose a la emoción del otro y asistiéndole.
“Si la persona quiere llorar, estar ahí para abrazar o acompañar. Si la persona quiere reír o salir, estar ahí para acompañar sus momentos. Es también estar ahí y dejar a la persona vivir su espacio en soledad”, concluye Ignacio Pérez.