Elaborar un duelo es una tarea muy compleja, ya que se deben enfrentar emociones muy fuertes y diferentes como la tristeza, rabia y melancolía, entre otras. Pero hay un sentimiento que no consideramos ni esperamos, por lo cual no asociamos con el duelo: el miedo.

El miedo se provoca cuando las personas deben experimentar la inestabilidad propia que se genera con la muerte, la enfermedad o la pérdida repentina de un ser querido. Es más, cuando se enfrenta el fallecimiento de un familiar o amigo, los esquemas mentales que tenemos desde temprana edad se ven cuestionados, la falta de control e inseguridades sobre la vida se ponen de manifiesto, lo que genera mucha incertidumbre, y por lo tanto miedo.

Durante el proceso de duelo, las personas también se vuelven conscientes de que el reloj no se detiene, que no tenemos la certeza respecto a cuándo partirá otro ser querido, o incluso, más fuerte aún, cuándo perderemos nuestra propia vida.

Es así como pensar en el fallecimiento de un ser querido puede transformarse en una idea desgarradora y aterradora. Es en ese momento cuando se provoca una revisión de la propia vida, dándonos cuenta de que los logros materiales que se hayan alcanzado no es lo más importante, sino más bien el legado que se deja es lo que trasciende. Solo en el umbral de la muerte se puede resignificar la vida.

No es necesario luchar contra ese miedo, ya que estos no desaparecerán con una orden, sino más bien cuando los enfrentamos y nos hacemos cargo de estos. Al analizar este sentimiento, las personas pueden entender qué no aporta a sus vidas, y qué debemos replantearlo para que desaparezca.

Es por este motivo que, una vez que logramos levantarnos del terremoto emocional que se produjo con la partida de esa persona cercana, y aceptamos la muerte como una presencia que siempre estará entre nosotros, es cuando se aprende a vivir. En ese momento también entendemos que debemos orientar el rumbo y hacer que la vida transcurra según nuestras decisiones, ya que de esta forma transcenderemos entre nuestros seres queridos por quien fuimos y no por lo que tuvimos.