En nuestro día a día realizamos diversas acciones, que, si las transformamos en hábitos, pasan a ser parte de nuestra rutina, como lo es dormir, almorzar o levantarse a cierta hora.
Estas nos brindan múltiples beneficios, tanto para los niños, como para los adultos mayores.
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Las rutinas son beneficiosas
Para María Ignacia Sandoval, psicóloga del programa Contigo en el Recuerdo, las rutinas “nos dan comodidad y estabilidad. Además, nos permiten prever nuestro día y hacerle frente a los momentos impredecibles”, dice.
Por otro lado, también nos permiten mejorar nuestra productividad y organización.
“Gracias a las rutinas podremos cumplir con nuestras tareas y así, tendremos momentos para descansar y cuidarnos. Esto nos brindará bienestar a largo plazo, sobre todo porque cuidaremos de nuestro sueño”, señala la psicóloga.
Para los niños son esenciales, ya que les generan mayor confianza y seguridad cuando se enfrentan a actividades predecibles y familiares.
“Sienten un cierto grado de control al saber qué está ocurriendo, sobre todo, en momentos estresantes”, apunta María Ignacia.
Por eso, es bueno que empiecen a implementar las actividades básicas como un hábito, por ejemplo, dormir o comer a una hora determinada.
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Su importancia para la tercera edad
¿Y qué pasa con los adultos mayores? A cierta edad, las personas van perdiendo movilidad y capacidades, sin embargo, esto no quiere decir que se deban evitar los hábitos.
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Todo lo contrario. En los adultos mayores, una rutina promueve actividades saludables como el ejercicio, la alimentación y el sueño, pero también otras como tomar los medicamentos a cierta hora o cocinar.
Por otro lado, también les “permiten seguir teniendo confianza en las capacidades propias de ser autosuficientes, lo que aumenta el bienestar en las personas”, concluye la psicóloga.