Las personas somos seres sociales, y a lo largo de nuestra vida nos relacionaremos con nuestra familia, nuestra pareja, amigos, conocidos, entre otros.
Muchas veces, con algunas de estas personas nos llevaremos bien y estableceremos relaciones estrechas, pero también pasará lo contrario: tendremos que alejarnos de aquellos vínculos que nos generan incomodidad.
Sin embargo, existen lazos que nos producen sensaciones contradictorias. Estas son las llamadas relaciones ambivalentes, las que, según Rocío Reveco, psicóloga y Magíster en Psicología Clínica de la Universidad Adolfo Ibáñez, “entregan bienestar, pero son también una fuente de sufrimiento y de algo que me hiere”.
Es decir, en nosotros pueden aparecer emociones positivas y negativas, y enfrentarse a este tipo de relaciones no es fácil.
De hecho, para María Ignacia Sandoval, psicóloga de nuestro programa Contigo en el Recuerdo, “aunque son frecuentes en el diario vivir, hay relaciones más ambivalentes que otras”.
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Para la profesional, las relaciones ambivalentes generan desconfianza, porque no sabemos a qué atenernos y cómo actuar.
¿Cómo afrontar las relaciones ambivalentes?
Una de las claves es analizar el lazo que se tiene con la otra persona, permitiéndose ver lo bueno y lo malo. A partir de ahí, se deben definir límites sobre los aspectos que no nos gustan de la relación.
Luego, es importante transmitirle a la otra persona lo que nos genera malestar, siempre “de forma clara”.
“Esto le ofrece al otro una oportunidad de cambio, ya que probablemente no se ha dado cuenta del dolor que ha generado en la relación. Permitir esta conversación es justo para ambas partes”, apunta María Ignacia Sandoval.
Es así como, en cierta forma, el lazo entre ambas personas está en evaluación.
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“Al definir límites claros, el vínculo se pone a prueba: si estos no se pueden respetar, y eso genera gran incomodidad, se puede considerar mantener un cierto alejamiento”, dice Rocío Reveco.
Relaciones significativas y cercanas
Ahora bien, tomar cartas en el asunto en nuestras relaciones ambivalentes se dificulta cuando se trata de un vínculo significativo, que me aporta y que es importante para mí.
¿Qué hacer en este caso? Dado que es un vínculo que, para Rocío Reveco, tiene “un mayor impacto y acceso a mi ser”, se hace más relevante analizar lo que nos entrega y lo que nos genera malestar.
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Así, si uno tiene una relación ambivalente con un familiar, como un padre o una hermana, la clave es hablar y establecer límites.
Eso sí, si no hay cambios, hay alternativas que nos pueden ayudar, siempre pensando en nuestro bienestar y en el de nuestros cercanos.
“A veces tenemos que tomar decisiones difíciles como elegir la distancia, la lejanía o el quiebre para no desestabilizarnos”, declara María Ignacia Sandoval.
“Hacer eso es súper complejo porque toda la familia se tiene que reestructurar a partir de ese límite. Aunque sea el más mínimo cambio hay un efecto mariposa a considerar, pero ahí será clave la madurez de cada uno de los miembros del clan”, finaliza.