En la vida, tanto nosotros como nuestro entorno experimentamos transformaciones constantes, las cuales son naturales y parte de nuestro desarrollo como personas. Este proceso es denominado transitoriedad e impermanencia.
La transitoriedad e impermanencia
Trinidad Álvarez, psicóloga colaboradora de Contigo en el Recuerdo, nos cuenta que «este principio filosófico nos da entender que todo en nuestra vida está sujeto al cambio, que es transitorio y nada permanece”.
Esto puede generar temor en algunas personas, ya que es natural desear que las cosas permanezcan igual.
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Sin embargo, la psicóloga dice que «al darnos cuenta de la dinámica de la vida, podemos entender que es imposible no cambiar según nos vamos desarrollando como personas».
Por eso, el primer paso para enfrentar la impermanencia es reconocer que el cambio es inevitable y que nos acompaña desde nuestro nacimiento.
Aceptar el cambio
El ejercicio de reflexión en torno a lo que ocurre a nuestro alrededor resulta fundamental.
De esta forma, “es importante adoptar una perspectiva de evolución y desarrollo en lugar de temer a lo desconocido”, explica Trinidad Álvarez.
“Si bien es cierto que los cambios pueden dar miedo, son la manera en la que podemos crecer y evolucionar, lo cual es nuestra tendencia natural como seres humanos”, agrega.
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En ocasiones, puede ser complejo aceptar que no todo dura para siempre, como nuestros vínculos afectivos, nuestro trabajo, o las actividades que solemos realizar.
Sin embargo, si nos negamos a seguir avanzando en la vida, es posible que “intentemos hacer las cosas como siempre han sido. De esta forma, nos estamos cerrando al crecimiento y a la evolución tanto de nosotros mismos como de otros”, dice la psicóloga.
Si nos permitimos cambiar, podremos aprender, conocer y descubrir el mundo.