Sentir la presencia de nuestro ser querido fallecido es bastante común en medio del duelo. Si esto te genera alivio, permítete experimentar las sensaciones que se presenten.

¿Es normal sentir la presencia de mi ser querido fallecido?

“Tras la muerte de un ser querido hay personas que sienten su olor, los ven a la distancia o escuchan su voz”, explica María Ignacia Sandoval, psicóloga de Contigo en el Recuerdo.

Además, agrega que “muchas personas en duelo de distintas culturas y religiones han mencionado que esto les ha ocurrido, por lo que se podría decir que es algo normal y una sensación común durante este proceso”.

Sin embargo, desde la psicología no se ha podido comprobar si esta sensación es realmente una manifestación del ser querido fallecido.

Ve el siguiente video: Sentir la presencia de un ser querido fallecido

Cuando las personas comparten esta experiencia con sus cercanos o familiares, en ocasiones, lo hacen con vergüenza, porque “está asociado a que se están volviendo locas o que ya no están bien psicológicamente”, asegura María Ignacia.

Ante esto, recuerda que es algo normal y que a todos nos puede ocurrir. Por eso, si esto trae felicidad y te ayuda a recordarlo, permítete sentir la presencia de tu ser querido.

“Siempre y cuando estas sensaciones no intervengan en tu vida diaria, no sean duraderas y no se sientan como amenazas, no debemos alarmarnos”, dice la psicóloga.

Cómo apoyar a quien experimenta esta sensación

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Si conoces a alguien que está experimentando estás sensaciones como olores o ruidos, mantén la calma y escúchala empáticamente.

“Intenta no emitir juicios, ya que para esa persona comunicarlo puede ser aliviador”, dice María Ignacia, recordando que estas sensaciones no suelen ser recurrentes, por lo que no deberían afectar a un tercero.

Así, la invitación es a abrazar estas sensaciones si es que nos recuerda a quien amamos. “Sin embargo, debemos evaluar si empiezan a ser duraderas e incómodas, ya que, en ese caso, es importante visitar a un especialista en salud mental”, cierra María Ignacia.

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