El proceso de duelo es en parte individual, y también compartido. Es personal porque cada doliente desarrolla un camino único, diferente incluso al de los demás integrantes de la familia con quienes se comparte la pérdida.
Por otra parte es compartido, ya que no podemos desligar el proceso que vive cada persona de su entorno más próximo: su familia, la sociedad en la que vive y su cultura. Es así como su interacción modula la forma de elaborar el duelo de los seres humanos.
El duelo familiar y su influencia en el doliente
En este nivel, la influencia sobre cada doliente es bidireccional. Por un lado, la familia tendrá una forma particular de afrontar el fallecimiento, dependiendo de si han tenido experiencias previas, de la manera particular que tengan de afrontar el dolor, su modo específico de gestionar las emociones y enfrentarse a la adversidad, etc. Estas características concretas influyen facilitando o complicando el proceso individual de cada miembro.
Esta interacción entre familia y doliente determina gran parte del proceso, por lo que el hecho de que la persona sea consciente del rol que está ocupando, o cómo la familia está enfrentando el dolor, puede aportar mucha luz a su camino.
Diferentes maneras de elaborar el duelo
Cada miembro de la familia tendrá una necesidad concreta con respecto al proceso de duelo. Por ejemplo: habrá parientes que sean más emocionales, a los que les resultará extraño que otros familiares pongan más energía en intentar comprender que en llorar, de modo que los sentirán fríos o les atribuirán poco amor hacia el fallecido ante su poca manifestación del dolor, lo que en ocasiones puede desembocar en malentendidos y discusiones.
Éste es otro de los grandes retos del duelo: respetar y poder encajar las diferentes maneras de elaborar y vivir este proceso que surgen entre los miembros de la familia.
Cómo afecta el duelo a la familia
Tras una pérdida, el sistema familiar se resiente, igual que lo hace cada individuo. Por ejemplo, el doliente se replantea sus distintas facetas, su estado de ánimo, etc., al igual que la familia, que también revisa sus roles, la forma de afrontar la pérdida, la compaginación de los diferentes duelos, etc. Este reajuste requiere tiempo y dedicación por parte de cada uno de los componentes para recuperar de nuevo el equilibrio.
Cuando uno de los miembros de la familia fallece, los roles, las interacciones entre los demás parientes cambian drásticamente. A este proceso se añade el dolor del duelo y las diferentes formas de manejarlo de cada persona. De ahí se concluye claramente que, aun en distintos niveles de intensidad, este proceso remueve a cualquier familia. De hecho, es común ver cómo ellas pierden relación o se distancian tras el fallecimiento de un ser querido.
El duelo inmediato en la familia
Los primeros momentos del duelo constituyen casi un proceso de supervivencia, donde cada uno pone en marcha mecanismos de defensa para poder hacer frente a la pérdida. A nivel familiar lo que suele suceder, es que cada uno de los miembros adopta un rol frente al dolor y la crisis. Por ejemplo, puede ocurrir que uno de ellos sea el contenedor de la tristeza de todos, lo que en ocasiones puede impedirle encontrar hueco para expresar el suyo propio.
No podemos olvidar que esa persona pertenece a una familia, que está elaborando el duelo de una manera particular, en la que estará desarrollando un rol concreto y que el grupo familiar también estará recorriendo su propio camino. Tener en cuenta estos factores es fundamental para poder acoger y entender de forma global el proceso.
Fuente: Fundación MLC