Cuando un ser querido fallece, la tristeza puede llegar a afectar a alrededor de veinte personas, según indican los estudios científicos recientes sobre el duelo. Si tenemos en cuenta este dato, aunque las cifras no se cumplan al pie de la letra en todos los casos, resulta evidente que el número de hombres, mujeres y niños implicados es bastante elevado. Así, es fácil deducir que la pérdida muy probablemente afectará a la dinámica familiar.
En este contexto, es posible definir cómo afecta el duelo, qué es y en qué consiste, cuánto dura o cómo abordarlo. Existen múltiples teorías que permiten responder a estas preguntas de forma más o menos clara y simple. Sin embargo, no resulta igual de sencillo explicar cómo afecta el duelo a una familia entera.
El duelo en la familia
En este caso, se dan simultáneamente dos procesos de duelo: uno individual, que responde a las necesidades de cada persona, a cómo vive el dolor y cómo enfrenta el sufrimiento; y, a la vez uno grupal, que tiene relación directa con las normas específicas que se dan en la familia.
Cada grupo familiar tiene sus propios códigos y resulta imprescindible conocerlos, para poder reparar la dinámica que se ha roto con la pérdida. Pongamos por caso una familia de varios miembros: los hijos y los padres. Si muere uno de los hijos, cada uno de los cónyuges se verá afectado de distinta manera, debido a la relación que cada uno de ellos tenía con el hijo fallecido, y por la forma que tienen de afrontar la pérdida o el sufrimiento.
La dinámica que se genere entre los cónyuges va a influir de manera innegable en la relación de ambos con los hijos sobrevivientes.
El duelo en la pareja
En ocasiones la manera de enfrentar el dolor hace que los cónyuges se distancien. En estos casos se genera un clima en el que cada persona intenta es protegerse a sí misma y a su pareja del dolor. Pero lo que en realidad sucede es que se alejan por miedo a que la tristeza les afecte.
También puede suceder que uno de los dos actúe como protector del otro y evite hablar de sí mismo para no perjudicar a su cónyuge. En esos casos, es habitual que la pareja protectora se acabe cansando de esta dinámica o de estar desatendido, y termine por pasar factura de todos los esfuerzos que ha hecho. Así, todo aquello que ha tratado de evitar acaba siendo expuesto en un único momento.
Otra posibilidad es que una pareja se una en el dolor, que aumente la comunicación, que pasen más tiempo juntos, aunque no sea lo más habitual.
El duelo de los padres y la relación con los hijos
Cada una de las dinámicas expuestas hay que ponerlas en relación con la respuesta de los hijos, que da lugar a un número de combinaciones casi infinito. Puede suceder que en la familia haya miembros que requieran apoyo psicológico y quienes por el contrario no lo necesiten. Hay aspectos del duelo que es bueno trabajar individualmente.
Una pérdida puede modificar por completo la estructura familiar, los roles que sus miembros desempeñaban, el significado que cada uno le da a la pérdida. Asimismo, es normal que en los primeros momentos las personas vivan el duelo desde su propia óptica, tratando de responder a sus necesidades en ese periodo.
Lo que definitivamente “repara” la relación familiar es la comunicación abierta, la expresión de las necesidades tanto individuales como colectivas, para poder darles visibilidad. Así se repara la confianza en el grupo y la sensación de protección y cuidado que otorga.
Fuente: Fundación MLC
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