Hace algunas semanas, exactamente el 21 de marzo pasado, llegó el otoño al hemisferio sur. Fue a partir de ese momento que las hojas de los árboles comenzaron a cambiar de color y a caerse lentamente, los rayos de sol poco a poco se fueron debilitando y la noche se hizo más larga. Es con los cambios de estaciones que las personas sienten variaciones en su estado de ánimo, lo cual tiene bastante de cierto, ya que la luz y el clima puede ejercer bastante influencia en las emociones, en la conciliación del sueño, en nuestra energía y en la concentración.
Es importante mencionar que es común experimentar ciertos cambios al pasar de una estación a otra, como por ejemplo modificaciones en nuestras rutinas diarias y acostumbrarnos a que haya menos luz. Es así como tardamos alrededor de tres semanas en acostumbrarnos al nuevo clima, no obstante, hay casos en que las personas presentan síntomas que pueden afectar su calidad de vida.
De esta forma, los expertos han evidenciado que alrededor del 6% de la población padece lo que se denomina Trastorno Afectivo Estacional. Este síndrome es más frecuente en adultos, sobre todo en mujeres, tiene algunos síntomas asociados a la depresión y está directamente relacionado con el cambio de estación y la exposición al sol o a la luz natural. Esto ocurre porque durante el otoño y el invierno amanece más tarde y anochece más temprano, lo cual produce alteraciones a nivel hormonal y de neurotransmisores.
Quienes se ven más afectados por la llegada del otoño y el invierno, experimentan cambios de humor, desesperanza, ansiedad e irritabilidad, como también presentan síntomas como aumento de peso y apetito, rechazo interpersonal o hipersomnia (dormir más de lo habitual).
Pero ¿por qué sucede?
Ciertamente los investigadores coinciden en que el Trastorno Afectivo Estacional se desencadena por la respuesta del cerebro a la disminución de la luz en las estaciones de otoño e invierno. Además, está relacionado con las hormonas melatonina y serotonina, que se encargan de la regulación de los ciclos de sueño y vigilia.
Es así como la melatonina tiene como función principal la regulación de los ciclos de sueño y vigilia, ya que la secreción de esta hormona comienza durante la tarde, manteniéndose en altos niveles durante casi toda la noche y disminuyendo al salir el sol. Por su parte, la serotonina aumenta cuando la persona se encuentra expuesta a la luz solar, por lo que en otoño y en invierno baja su producción, asociándose por lo tanto a síntomas como la tristeza y la irritabilidad. Lo anterior demuestra que el cambio de estación si influye en los estados de ánimo, tal como Hipócrates lo planteó en la Antigua Grecia.
¿Y qué ocurre particularmente con el otoño?
El otoño simboliza la madurez, la etapa de transición entre el verano y el invierno; es la estación donde las hojas caen, lo que simboliza soltar aquello que nos perjudica y no nos permite crecer. Se trata de un periodo donde empiezan los primer fríos, lluvias y vientos. Es importante así evitar lo excesos y estar atentos a los síntomas de tristeza y depresión iniciales, ya que tienden a ser más frecuentes debido a la disminución de las horas de luz solar.
Algunas recomendaciones para enfrentar el cambio de estación
– Mantener una dieta saludable y variada. No caigas en la trampa de abandonar la calidad de tu alimentación por flojera o desgano, ya que en esta época son comunes las enfermedades virales.
– Mantente hidratado, sobre todo en esta época del año.
– Regula correctamente tus horarios de comidas.
– Haz ejercicio de intensidad moderada: camina o usa la bicicleta. Verás que el ejercicio al aire libre es un excelente regulador de tu estado emocional.
– Ejercita tu mente: lectura, cine, teatro o cualquier tipo de arte.
– Ten una buena higiene del sueño, que tus horas de sueño no sean ni pocas, ni muchas, en este tiempo a veces nos desordenamos un poco, durmiendo demasiado o muy poco.