Cuando fallece un ser querido, el dolor de un adolescente puede verse afectado por una serie de factores como la relación que mantenía con esa persona, la manera en cómo partió, su sistema de apoyo, sus experiencias pasadas con la muerte, y sus propias fortalezas y debilidades cuando se trata de lidiar con emociones delicadas y posiblemente muy intensas.
Aunque los adolescentes tienen todavía trabajo emocional por hacer neuropsicológicamente, son capaces de comprender las relaciones de manera más compleja y los puntos de vista de los demás, por lo tanto, es probable que sufran de manera parecida a los adultos.
Sin embargo, no hay que olvidar que ellos siguen necesitando del apoyo de sus cuidadores, ya que se encuentran en una edad todavía temprana, en donde pueden ocurrir ciertos cuestionamientos sobre cuáles son las respuestas “normales” respecto al duelo. Ante esto, siempre hay que asegurarles que existe una amplia gama de formas de expresar el sufrimiento que se consideran normales, que sus sentimientos son válidos y que no existe una fórmula única de reaccionar ni de brindar apoyo.
Uno de los sentimientos habituales en el duelo es la culpa, y nuestros adolescentes pueden sentirla y necesitar ayuda al respecto. Si el joven doliente no soluciona ni elabora de manera adecuada esta emoción, la culpa puede instalarse en él y complicar todo el proceso.
En el duelo, la culpa se relaciona con algo que ha ocurrido y que el doliente considera irreversible. Este sentimiento puede ir acompañado de angustia, irritabilidad y tristeza, lo que provoca que el pensamiento esté ocupado principalmente por los hechos concretos por los que se culpabiliza el adolescente, pudiendo esto afectar en su calidad de vida.
Esta culpa puede sustentarse de ideas irracionales, como sentirse mal por no superar rápido su dolor, por no haber hecho cosas a tiempo con el fallecido o por llorar. Es por esto que el joven debe ser asistido por un adulto y una red de apoyo que lo valide, y que le demuestre que sus sentimientos son normales dentro del duelo. Si los adolescentes se sienten importantes y aceptados por su entorno, podrán elaborar su proceso de manera oportuna, y por consiguiente, estarán menos propensos a experimentar culpa.
Algunos consejos concretos para que esto suceda son:
– Si es la primera vez que asiste a un funeral, debemos prepararlo sobre qué esperar de este ritual para así aliviar posibles ansiedades. También es importante incluirlo si se puede en la planificación de la última despedida, o preguntarle sobre cómo quisiera participar, sin embargo, no hay que forzarlo si no quiere.
– Puede que al adolescente le esté costando expresar de forma clara cómo se siente, y esté escondiendo la culpa por miedo. Es por esto que es importante la intervención de un adulto, y un espacio de desahogo dentro de su grupo de pares.
– Hay que respetar el ritmo del adolescente sin acelerar el proceso ni su afrontamiento, y sobre todo, darle toda la libertad para poder expresar sus sentimientos de la manera que salga, sin juicios, aunque se dé de manera ilógica. Con el tiempo se podrá entablar un diálogo para darle sentido y coherencia a estas emociones.
Por Paula Standen, psicóloga.