La muerte como un tema difícil de hablar

Las cosas que podemos anticipar nos resultan más fáciles de asimilar que aquellas que no sabemos que ocurrirán. Sin embargo, de forma paradójica, a los seres humanos nos cuesta hablar de la muerte, y también prepararnos para abordar los temas que nos preocupan con respecto al fin de la vida.

¿Por qué nos cuesta tanto hablar de la muerte?

No hay un único factor que permita explicar por completo la dificultad que tenemos para hablar de la muerte, sino que existen varias razones para ello: sociológicas, culturales y psicológicas.

– Razones sociológicas, como el avance de los tratamientos médicos y el aumento de recursos técnicos para mejorar la expectativa de vida, alejan la realidad de la muerte de las personas.

– Razones culturales: En determinadas culturas, la muerte está más presente y forma parte de lo cotidiano: se representa, se admite e incluso se celebra. Esto tiene que ver con un sentido de la trascendencia que en Occidente hemos ido perdiendo.

– Razones psicológicas: Nuestra propia muerte se nos hace irrepresentable. Esto es algo que tiene mucho que ver con el miedo a lo desconocido. Por otro lado, tenemos la sensación de que, si no hablamos del sufrimiento, este no sucederá.

¿Hay que prepararse para hablar de la muerte?

No existe una única clave que garantice todas las condiciones necesarias para hacernos la muerte más llevadera, pero sí sabemos que el fin de la vida es lo único constante y certero de nuestra existencia.

Hablar más de ella puede prepararnos para que nos resulte más sencillo, puede “limar” el miedo que le tenemos, porque todo lo que podemos anticipar nos resulta menos traumático, dejando al margen el hecho de que la pérdida siempre conlleva dolor.

¿Debemos naturalizar la muerte?

En general conviene huir de las fórmulas genéricas, por lo que naturalizar la muerte no tiene por qué ser una “obligación”. Sin embargo, sí es cierto que a medida que asimilamos este suceso y le perdemos el miedo, nuestra vida se hace más plena. No tener temor al fallecimiento propio o de un ser querido, nos permite vivir con más intensidad. Sin embargo, eso es algo que cada persona debe de hacer a su propio ritmo, sin forzar, en el momento en que cada uno pueda.

Tan malo es estar en un extremo como en el otro. Nuestra sociedad actual se ha alejado de la muerte como si pudiera sortearla, y eso resulta negativo porque nos cuesta afrontarla cuando finalmente llega. Por otro lado, estar demasiado pendientes de ella puede impedirnos vivir plenamente.

¿Somos conscientes de que vamos a morir?

A un nivel muy inconsciente todos los seres humanos sabemos que vamos a morir. Pero el ser humano se acerca a lo que le produce placer y se aleja de lo que le genera dolor de una manera casi instintiva. Por eso, relegamos lo relativo a la muerte hasta que nos vemos obligados a hacerle frente y, en ese momento, cuando la partida es inminente, no podemos dosificar el modo en el que nos vinculamos con ella.

 

Fuente: Fundación MLC.org

 

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