Cuando recordamos a nuestros seres queridos fallecidos nos centramos en el pasado, lo cual es sinónimo de nostalgia y tristeza. Añoramos lo que hemos perdido y la idea de que no tenga vuelta atrás es difícil de aceptar, más aún cuando las emociones protagonistas son la pena y el dolor.
Las emociones tienen una función evolutiva, significan algo y nos dan información. La ansiedad o el miedo nos avisan de la presencia de una amenaza y la tristeza, de que existe algo en nuestra vida que no funciona bien. Por lo que, sentir angustia o pena permite que adoptemos posturas o intervengamos para poner fin al estresor o al malestar, incluso cuando el origen de ese malestar no tenga solución.
Es así como para poder recordar con amor a quienes ya no están con nosotros, te invitamos a considerar los siguientes consejos:
Aceptar la pena. Vivimos en una sociedad en la que rehuimos del todo el malestar. Queremos estar siempre felices y a toda costa. Es cierto que la actitud optimista es una gran aliada en nuestra vida, pero hay situaciones que requieren de la tristeza y la frustración, y de aceptar esa emoción. Piensa que los sentimientos se presentan al inicio de forma brusca, nos cambian por completo, pero que poco a poco van perdiendo intensidad.
Sufrir no significa querer más a la persona. Cuando recordamos a las personas que se han ido, parece que tuviéramos que hacerlo con pena y no con risa. En nuestra sociedad relacionamos la tristeza por alguien con el amor que le profesábamos. Y si no lloras, no lo sientes. Es un error. Las muestras de amor son la dedicación, el tiempo compartido, la comprensión, la ayuda que has prestado, el cariño, la comunicación, pero no el desconsuelo por la pérdida.
Los recuerdos no deberían que estar centrados en “lo que se ha ido y nos falta”, sino en las enseñanzas y las experiencias que compartimos con esa persona, y las veces que reímos juntos.
Pensar en cómo le gustaría al ser querido que estuviéramos en la actualidad. Las personas a las que amamos nos desean el bien y quieren que seamos felices. Sufrir por el que no está es una conducta normal, pero seguro que no es lo que él o ella hubiera elegido. Querría que viviésemos una vida serena, y disfrutáramos de cada momento por pequeño que este sea. Es una forma de estar en contacto y en paz con quien ya partió.
Enseñar a los hijos y familiares otro modelo de conducta que relacione amor y muerte. En las películas norteamericanas nos suelen mostrar un funeral bastante más alegre que los que estamos acostumbrados. Se celebran en casa, los amigos y compañeros traen comida, se proyectan fotos y vídeos de la persona fallecida, se habla con naturalidad del tema y se acompaña a los dolientes. La manera en cómo enfrentamos la muerte es una elección. Y está claro que hay formas de hacerlo y otras, que siendo respetuosas, son más llevaderas.
La persona deja de estar físicamente presente, pero no hay por qué olvidarla. Es importante recordar que nuestro ser querido, a pesar de su partida, seguirá siendo parte importante de nuestra vida. Seguirá estando presente en nuestros recuerdos, por lo que, en la medida que sea saludable y te haga sentir bien, puede estar presente en tus conversaciones y en tus reflexiones.
Fuente: Verne.elpais.com