Durante toda la vida, entre el nacimiento y la muerte, vivimos una multiplicidad de experiencias. Algunas de ellas jamás serán olvidadas por la felicidad que nos han traído, mientras que otras serán tan dolorosas que preferiríamos nunca hubiesen ocurrido. En este último caso, su sabor amargo dejará una cicatriz en nuestro corazón que nos recordará aquella batalla que hemos tenido que librar. ¿La pérdida de tu padre o madre? ¿La separación de la persona con quien compartías proyectos y esperanzas?, son solo algunos ejemplos.
Cada experiencia de pérdida nos adentrará en un proceso de duelo en donde viviremos una multiplicidad de emociones intensas y confusas. Algunos días serán especialmente tristes, mientras en otros podrás esbozar una sonrisa. De este modo, poco a poco irás recorriendo este camino hasta finalmente aceptar esta ausencia y aprender a sobrellevar una nueva realidad. ¿Esto significa que me olvidaré de mi ser querido? ¡Por supuesto que no! Los recuerdos y los bellos momentos compartidos con él o ella quedarán siempre guardados en la caja de los tesoros de tu corazón, mientras que la pérdida dejará una cicatriz emocional que te recordará la fortaleza y valentía que has tenido para afrontar este proceso.
La pérdida de un ser querido abre un quiebre emocional que el proceso de duelo poco a poco nos enseñará a sanar. Tras el dolor vivido nos quedará una marca invisible que se genera luego del proceso de curación. Algunas veces no serás consciente de la profundidad de tu cicatriz porque la herida aún no se ha sanado lo suficiente, o bien porque has sufrido diversas pérdidas sucesivas. Lo que si es un hecho, es que estas heridas también necesitan de algunas medicinas para sanar: pañuelos para las lágrimas, el abrazo de tus seres queridos, la escucha de tus amigos y una dosis de mucha paciencia son tan sólo algunas de ellas.
¿Esto qué significa?
Sólo podremos sanar la herida que nos deja la pérdida de nuestro ser querido, si hay un compromiso activo de quien la padece para dejar ir el miedo, la ira, el resentimiento y la culpa que se siente tras el fallecimiento. Cuando todo haya terminado y vuelvas a encontrar paz en tu corazón, cada una de estas cicatrices se convertirá en un verdadero símbolo de tu fortaleza y valentía, que te permitieron recorrer y explorar tus emociones más íntimas en un proceso de duelo que, al final del camino, te encontrará con una versión más fuerte de ti mismo.
¿Cuántas veces te has preguntado durante el proceso de duelo si alguna vez volverías a sentir alegría o paz?
Desde el fallecimiento de nuestro ser querido, sentimos que nos hemos vuelto un poco locos o que estamos dañados de un modo irreparable. Sé que ahora estás en pleno proceso de duelo y que te puede parecer lejano el momento en que esta herida sanará y se convierta en una cicatriz, pero recuerda que esto también se curar.
No tengas apuros, pero si mantén el ferviente compromiso de elaborar esta ausencia, ya que dentro de un tiempo podrás mirar hacia atrás y estar orgulloso del camino que has afrontado, así como de la fortaleza que has tenido para ganar cada pequeña batalla diaria.
Con el paso del tiempo, verás que te has vuelto más sabio y más agradecido respecto a lo que eres y de lo que llevas contigo para siempre: esa marca invisible que te recordará el coraje que has tenido para afrontar los momentos más dolorosos de la vida.
Aunque ahora no puedas ver el sol, no creas que nunca más serás feliz. No te resistas al dolor, reconócelo y bríndale el espacio que necesita para moverse libremente. Cuando la tristeza nos habla, tenemos que escucharlo, ya que siempre suele dejarnos más de una enseñanza.
Sólo tómate tu tiempo para sanar esta herida y poco a poco verás cómo cada pequeño paso que des en la vida te llevará hacia un lugar mejor.
Fuente: www.manejodelduelo.com