Una iniciativa de Parque del Recuerdo

El rol del entorno social en la superación del duelo

El fallecimiento de una persona es muchas veces un suceso dramático. Ya sea por una larga enfermedad, una muerte repentina o por avanzada edad, la partida de alguien cercano nos llena de vacío y dolor, especialmente si el ser querido ha sido clave en nuestras vidas.

Es en esos momentos cuando necesitamos el acompañamiento de nuestro entorno, su comprensión, que nos escuche y poder compartir con ellos esta experiencia. Es decir, personas que nos ayuden a encontrar alivio y comprender lo ocurrido, entendiendo siempre que cada uno vive este proceso de forma individual.

Este contacto que requerimos se convierte en una necesidad psicológica y casi fisiológica para quien se enfrente a la muerte. Si el doliente recibe esta ayuda, la recuperación será mejor, pero, si no se recibe apoyo, si el entorno no es capaz de reconocer y validar su sufrimiento, sus sentimientos de inadecuación pueden acrecentarse.

A un nivel profundo, el doliente puede llegar a sentirse culpable de no estar haciéndolo bien. A mediano plazo puede incluso llegar a sentir vergüenza de sus propios sentimientos y del hecho de necesitar ayuda. Todo esto añade más dolor al duelo, e incluso prácticamente constituyen una nueva pérdida.

Cuidando las formas

Cada cultura marca cómo deberían ser los sentimientos, la expresión y la duración del duelo en las personas.

A menudo nos ocurre que no sabemos qué decir a nuestros seres queridos o a los conocidos que están atravesando un duelo. Muchas de las palabras que usamos no resultan de ayuda, porque son expresiones de invalidación, desautorización, minimizaciones, descalificaciones, rechazo, impaciencia o desinterés.

En nuestra sociedad es común que los dolientes tengan que escuchar frases como “¿aún estás así?”, “piensa y habla de otras cosas, distráete” o “llorar no te hace ningún bien”. En estos casos, quien acompaña al doliente puede ser franco diciendo lo difícil que le resulta esta tarea y reconocer “que no sabe qué decir”.

Actitudes invalidantes del duelo

También ocurre a veces que el entorno no concede a determinadas personas el derecho de ser tratadas cómo dolientes, por ejemplo: niños, adultos mayores, personas con discapacidad psíquica… Los excluyen del duelo con excusas como: “Ellos no se enteran”, “no sienten tanto”, “mejor contarles una mentira”, “le va a desequilibrar y es mejor que no lo sepa”, etc.

En esos casos el entorno decide por ellos sin consultarles si quieren o no participar en los ritos funerarios, sin tener en cuenta su derecho a saber qué ha ocurrido y a ser apoyados como dolientes.

Esto es un error. El doliente necesita a alguien que escuche sin juzgar, desde un acompañamiento auténtico y cálido. Debe poder expresar lo que esté sintiendo y ser apoyado por su entorno, que la mayoría de las veces consiste en un silencio compartido, el respeto a su ritmo y el ofrecimiento de ayudas concretas.

 

Fuente: Fundación MLC.org

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