La pérdida de un hermano o hermana cambia totalmente la vida de una persona, independiente de la edad que se tenga, ya que con ellos se puede poseer una complicidad y un vínculo que no se encuentra en otros familiares u amigos.
Además, los hermanos normalmente son criados juntos, por lo tanto, suelen haber compartido experiencias únicas que los unen y forman una conexión especial.
Este proceso puede ser aún más difícil para un niño, quien puede experimentar el momento de la pérdida con mucho dolor e inseguridad, debido a que, al no tener la madurez emocional necesaria, requiera del apoyo de un adulto que lo contenga y lo guíe con un lenguaje y calidez adecuada.
La pérdida de un hermano o hermana puede provocar emociones intensas, ya que existe la posibilidad de que el menor sobreviviente pase a ser hijo único.
Primer encuentro
Primero que todo, hay que tener en cuenta que este puede ser un momento muy confuso para el niño o niña, ya que, dependiendo de su edad, quizás no sepa muchas cosas sobre la muerte, y tenga diversas preguntas.
El devolverle respuestas concretas al menor respecto a lo que está sucediendo es fundamental para su comprensión de la muerte, y para que pueda procesar el duelo de mejor manera.
Por lo tanto, ser sincero es clave.
En segundo lugar, es importante dejar que se expresen a su manera, ya sea llorando, siguiendo con su cotidianeidad como es ir al colegio y jugar con sus juguetes o con sus amigos.
Todo el mundo sufre de manera diferente, el duelo puede ser fuerte, silencioso, público, privado y todo lo demás, por lo tanto, es importante escuchar y seguir las señales del niño, en lugar de asumir que sabemos lo que ese pequeño necesita.
Por ejemplo, se le puede preguntar: ¿qué necesitas?, ¿te acompaño?
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Afrontar la pérdida mediante la emocionalidad
Por otro lado, hay que animarlos a tener alternativas para ayudar a aliviar el dolor que sienten, como por ejemplo, establecer momentos de recreación familiar para poder conectarse todos en familia, escuchar música, estar al aire libre, pintar, entre otros.
En último lugar, hay que permitir que el menor pueda recordar y celebrar con los demás, por ejemplo, estar presente en el funeral, o ser parte de una distinta celebración del evento de su vida, ya que estos rituales brindan un sentido de comunidad y apoyo al tiempo que ayudan a consolar y amar a los hermanos y hermanas sobrevivientes.
El duelo compartido puede ser difícil, pero también es útil para todos aquellos que lo experimentan.
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Por Paula Standen, psicóloga.